23 jun 2014

Rosas en el parque - Mariela Saravia

Rosas en el parque (extracto)

Una noche de otoño, después de muchos años de visitar el Parque, un chico se sentó a mi lado. Estaba tan concentrada en mis reflexiones y poemas, que no pude ver su rostro en medio de la penumbra. 

La noche era fría como la mayoría de ellas en Dublín. El aroma a leños quemados y la humedad que despedía el césped húmedo, se unían en uno solo para crear la esencia natural que me envolvía junto con mis pensamientos, en un torbellino mágico de “pasión”. 

El parque estaba muy oscuro, pero la luna llena alumbraba nuestros rostros débilmente. Ambos permanecimos en silencio, sin atrevernos a mediar palabra o gesto alguno, pero por una razón extraña no me sentía incomoda estando a su lado. Mi cuerpo estaba tibio como si sus brazos me rodearan con cariño. No tenía que mirar sus ojos o entablar una conversación amigable, para darme cuenta de que él era real. Me sentía amada y cómoda a su lado. 

Bajo esa tenue luz, fui mirando los detalles de su cuerpo para hacerme una idea de él. Sus dedos largos dibujaban el contorno de unas manos largas como de músico, lo cual despertó en mí una tremenda curiosidad, que logré aplacar a lo sumo por dos minutos. Luego sentí deseos de mirarlo otra vez con más atención, pero cuando me disponía a encontrar su rostro sombrío, el joven se levantó y se alejó sin decir palabra alguna. Sentí que el mundo se hacía trizas y que la luna caía sobre mí, para aplastarme sin compasión. 

Aguardé en silencio lo que me quedaba de tiempo y no aparté mi mirada de su silueta, hasta que su imagen se fue alejando y la perdí de vista. Cuando por fin reaccioné, pensé en salir corriendo tras él y detenerlo, pero ya no había rastro suyo. Asomé mi cabeza por los rizos metálicos del portón gótico, pero no pude verlo. El joven había desaparecido en un abrir y cerrar de ojos. Desde aquel día, cada noche que iba al parque el chico misterioso llegaba en silencio y se sentaba a mi lado como la primera vez. Era como si estuviera allí porque supiera que yo necesitaba de amor y compañía, en lo más profundo de mi corazón. Aunque también podía estar ahí por mera coincidencia o en busca de refugio al igual que yo.

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